El sentido común nos lleva casi siempre a elegir los caminos más seguros, aquéllos que representan un menor riesgo y que garantizan al menos la estabilidad de nuestra situación. Es un rasgo ineludible de nuestra condición humana tratar de evitar al máximo los peligros, aun cuando la recompensa por salir de la zona de confort pueda ser realmente atractiva. Es el sentimiento que nos hace preferir al malo por conocido, o al pájaro en mano; casi siempre nos ayuda a sobrevivir, pero a veces también nos quita la oportunidad de encontramos con algo extraordinario.

Es precisamente ese instinto el que nos dice que en momentos de crisis como el que atraviesa el mundo entero, arriesgarse a emprender, a invertir en un nuevo negocio, es una idea peligrosa que es mejor desempolvar en otro momento. Y seamos sinceros, en muchos casos quizás sea el enfoque adecuado; la apuesta conservadora, el cálculo de riesgos y la espera de un momento más próspero. Sin embargo, a veces es precisamente en las etapas inciertas cuando una buena idea puede encontrar terreno fértil para crecer y desarrollarse de manera exponencial. Una buena idea que atienda a las necesidades del momento, que sea creativa y, sobre todo, que sea ejecutada con inteligencia y pasión.

Pongamos como ejemplo el caso de la industria de la bicicleta. Al ser un medio de transporte seguro, eficiente y económico, además de fomentar la salud física de sus usuarios, se convirtió en la elección de muchas personas durante el año de pandemia, al punto que las ventas de nuevas unidades se incrementaron en un 30% durante 2020. Sin duda, un rubro en el cual invertir y emprender aun en tiempos de crisis que pudo tener muy buenos resultados, y cuya tendencia parece seguir al alza en el mediano plazo.

Arriesgarse a emprender en tiempos difíciles puede parecer un despropósito o una apuesta demasiado elevada. Pero si se tiene una idea buena e innovadora, si se estudia a profundidad el mercado y se tiene la determinación de ejecutarla de manera rigurosa, puede ser el momento idóneo para llevarla a cabo. Creo que la moraleja está en no dejarse llevar por el momento y las circunstancias, sino por la confianza en la viabilidad del proyecto y el compromiso propio de llevarlo a cabo. En conclusión, no hay mejor momento para abrir un negocio propio si tienes una buena idea. El punto es intentarlo.

Fuentes de información

Economía Hoy. La industria de la bicicleta: oportunidad y crecimiento en medio de la tragedia